Soy José Miguel Aguililla y hace más de 10 años que trato pacientes como tú. He sido profesor de Universidad durante 8 años, y he escrito varios artículso científicos.
Pero no importa hoy todo lo que he estudiado o todos los sitios dónde he trabajado. Todos los pacientes que he tratado. Las decenas de conferencias y formaciones que he impartido por toda España. Todos los artículos científicos que he escrito o los 8 años que he sido profesor en la Universidad. Lo que importa ahora es por qué estoy haciendo esto:
En 2005 mi padre tuvo un accidente laboral brutal dónde casi pierde el brazo. Una maquina le engancho el guante que llevaba y le abdujo el brazo metiéndoselo debajo de un rodillo gigante que le aplasto todos los huesos y músculos, desde la muñeca hasta la axila. Mi padre estuvo ingresado meses en el hospital y tuvieron que operarle 14 veces para salvarle el brazo.
En ese momento mi familia y yo pasamos miedo y también nos sentimos muy perdidos y asustados: ¿Qué sera de tu padre? ¿Se recuperara? ¿Podrá volver a trabajar? ¿Cómo lo vamos hacer si pierde el trabajo? ¿Y si se queda inválido? ¡Dependemos de sus manos!
En aquel entonces, nos sentimos perdidos y procupados como tú puedes estarlo ahora.
Yo estaba a punto de entrar en la Universidad pero en ese momento mi futuro parecía que se desvanecía. Si el codo de mi padre no se recuperaba, tendría que volver a ponerme a trabajar y no podría entrar en la Universidad por la que había estado soñando y trabajando tantos años.
Imagínate cuánto miedo pasé en esa época cuando con tan sólo 15 años me avisaron de que mi padre había sufrido un grave accidente, estaba en el hospital y podían amputarle el brazo.
Hasta aquí una situación muy angustiosa, como otras que han sufrido y sufren tantas familias o incluso tú mismo, por culpa de la enfermedad o los accidentes.
Quizás tú que me lees, sientas lo mismo.
Lo impactante fue que por la complejidad de su caso, todos los médicos y los cirujanos optaban por tirar por la vía facil: lo cómodo era amputar el codo.
¿Por qué? Pues por lo mismo que ocurre en otras ocasiones y que quizás tú también habrás vivido con la medicina de nuestro entorno: protocolos por comodidad, por no pensar en el otro. La opción más facil para ellos era amputarle el brazo.
Nosotros desesperados les preguntábamos: “¿Por favor no se puede hacer nada más?¿No se puede operar, cuidar de alguna manera o rehabilitar?”. Todos los médicos que iban pasando por allí nos decían siempre lo mismo: “que no”.
Imagínate cómo nos sentíamos y cómo se sentía mi padre.
Cuando ya habíamos tirado la toalla y se nos estaba partiendo el corazón, apareció un nuevo cirujano. Un chico joven, recién acabando sus primeras investigaciones, terminando aún su Tésis Doctoral, que entró a la habitación y nos dijo:
“José (asi se llama mi padre) será complicado, pero creo que podemos salvarlo. Que sepa, que va a tener que esforzarse mucho y seguir todas mis recomendaciones al pie de la letra si quiere que lo consigamos y no darle la razón a ellos. Van a haber obstáculos en el camino pero podemos superarlos. La ciencia así lo dice. Vamos ha esforzarnos al máximo”.
Tras meses de hospitalización, decenas de operaciones y una fuerte perseverancia en los cuidados y la rehabilitación, ese verdadero profesional que puso por delante al paciente antes que a sus intereses y que afrontó las críticas despectivas de sus superiores, consiguió evitar que le amputaran el brazo a mi padre.
En estos 13 años de carrera profesional he conocido decenas de pacientes que han perdido su trabajo, sus hobbies o han tenido que abandonar para siempre su deporte por problemas en el codo. Es una región bastate olvidada, tanto por los clínicos como por la investigación, y además poco atractiva para mostrar en redes sociales. Pero te aseguro que conozco de primera mano cómo puede hacerte sufrir y cambiarte la vida por completo.
Cuando eres paciente o profesional sanitario es muy frustrante ver cómo muchas veces no se atiende a las personas como se debería, como marcan las recomedaciones internacionales, la ciencia o el sentido común.
Ha sido tan frustrante y triste ver cómo se os trata a algunos pacientes que estuve muy cerca de abandonar mi trabajo como fisioterapeuta. Dejarlo todo y dedicarme a otra cosa por no poder aguantar más la indignación. Entiendo de corazón el sentimiento que tenéis muchos pacientes de desesperanza y desconfianza en la medicina, la fisioterapia y la rehabilitación. Lo entiendo, y en cierta medida lo comparto por esa deshumanización y esa falta de responsabilidad.
Que mi padre conserve su brazo a día de hoy dependió solamente de una decisión personal de un profesional que quería dar su máximo.
Por este motivo llegó un punto en mi vida profesional en el que dije:
«¡BASTA! ¡SE ACABÓ!»
Y a partir de ahí empecé a formarme con los mejores expertos del mundo del codo en España y del extranjero. Médicos e investigadores que sí se esforzaban por los pacientes. Empecé a investigar, a comprar formaciones y a diseccionar, para comprender en profundidad la anatomía y patología del codo. Empecé a tener mentores, aprendí de todos los métodos y realicé un doctorado.
¿Por qué? Porque tenía un propósito
El propósito de que realmente todas las personas que alguna vez han sufrido como yo, (en ese momento mi familia y sobre todo mi padre), tuvieran respuestas y las mejores soluciones para su dolor de codo. Y más allá de las preferencias y los intereses de unos pocos, pudieran conocer y recibir lo mejor que se puede ofrecer para aliviar el dolor del codo; que tambien es, el dolor y sufrimiento de una persona.